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—Yo no te odio. Yo jamás lo hice.
—Me enojé, lloré, me encogí en mí misma, te culpé de toda mi desgracia... pero no pude, por más que quisiera gritarlo, permanecer así y verte como un demonio.
—Eres mi familia, aunque yo lo deteste.
—Te quiero, a pesar de lo que me hiciste.
—Me culpo, a pesar de que no fue completamente culpa mía.
—Los recuerdos me duelen y me asquean, arrojan mi cuerpo al suelo... pero aun así, desde ese lugar, mi corazón no es capaz de desearte el mal.
—Sentí que era una maldición.
—El gritar en silencio. El no gastar esos sentimientos odiándote, en lugar de odiar mi propia carne, en odiar lo que soy.
—Me sumergí en el silencio. Me callé.
—Creí que era lo mejor, creí que la gente detestaría al ser humano horrendo que yo era después de descubrir la verdad.
—Le dije cosas horribles a la persona que una vez amé, porque temí que él me odiara después de saber lo que juré llevarme a la tumba.
—Me alejé. El miedo pudo más que yo.
—...Me arrepiento de tantas cosas.
—El tiempo ha pasado y aún me duele, pero supongo que he aprendido a vivir con esto.
—Aún me asquea ver mi reflejo en el espejo... pero creo que, tal vez, sólo tal vez...
—Soy un poco más bonita de lo que fui en el pasado.
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Y si tú también estás roto… recuerda que incluso los fragmentos pueden reflejar la luz.
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